domingo, 7 de marzo de 2010

¡Ay, cipreses de Granada!

“Venid los que nunca fuisteis a Granada.
Si altas son las torres, el valor es alto.
Venid por montañas, por mares y campos.
Entraré en Granada”
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[Rafael Alberti, Balada del que nunca fue a Granada, 1970?].
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Si hay un árbol que define a Granada, ese es el ciprés. Su silueta, firme, voluntariosa de ascenso, evoca en mí un no se qué trascendente. Su elegante perfil clásico, inverosímil, me deja un poso de serenidad, tanto exterior como interiormente, en la mirada. Hay en ellos una calma secreta, misteriosa, que se desprende de su lanceolada geometría, mientras entonan una inaudible canción plena de belleza, una música indefinida capaz de atravesar sutilmente el alma.
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Los hay, históricos y legendarios, como el “Ciprés de la Sultana”, en un patio del Generalife, a cuya sombra aquel atrevido caballero abencerraje tuvo amores con la sultana Morayma, esposa de Boabdil, provocando la terrible venganza del sultán, quien mandó degollar, en la “Sala de los Abencerrajes”, a cuanto miembro de dicha familia pudo prender.
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También los hay etéreos y sutiles, como el árbol plantado por san Juan de la Cruz, en el “Carmen de los Mártires”, a modo de símbolo del anhelo místico, del alma, que quiere ascender hasta fundirse con la divinidad. Otros, en cambio, son románticos, estéticos y un punto filosóficos, como los del “Carmen de los Cipreses”, a cuya sombra celebraban sus tertulias músicos, poetas y literatos, como Manuel de Falla, Ángel Ganivet, o Federico García Lorca.
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Luego están, orgullosamente humildes, los anónimos. Aquellos que, escoltando el camino de acceso a las “caserías” de la Vega, dan nombre a ciertas fincas: “Los Cipreses”. O los que rebosan su verticalidad, ansiosa de cielo, por encima de las tapias en pequeños patios del Albayzín. Aquellos, que apenas pueden rebullirse en placetas íntimas, en jardincillos recoletos. Y los que, orillas del Darro o del Genil, escoltan las frías corrientes, hijas de la blanca siembra que el cielo cosechó, allá en las cumbres de la Sierra Nevada.
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Por fin, tenemos, los fieles guardianes, como aquellos que custodian el secreto de los misteriosos “Libro Plúmbeos” del Sacromonte, mientras compadrean sus alegres zambras, junto a las cuevas del pueblo calé. O los hambrientos de trascendencia, en patios conventuales, al modo del que, en la Cartuja, compite en altura con su estilizada torre, mientras sigue derramando la serena sombra, que antaño cayó sobre las meditaciones de aquellos estoicos hijos de san Bruno.
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La primera vez que entré en Granada, llevado por la curiosidad, esas lanzas vegetales me dejaron herida, de belleza, el alma, y sin ser consciente de ello transité por la vida, con un no se qué inquieto, que no adivinaba, con una música interior que, sin sonar, sonaba. Al cabo de los años, tras esta segunda entrada, atraído en pos de la amistad, los cipreses, volvieron a cantar su canción y esta vez, como tenía bien alerta los oídos del espíritu, me fue desvelado su mensaje, fui consciente, y mi herida quedó sanada.
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“¡Ay, cipreses de Granada!
Cuanta nostalgia en sus ramas,
Y cuanta vida, ya olvidada.
Cuanta añoranza, tan callada,
Y cuanta vida, por vivir.
Cuanto suspiro, hacia la nada,
Y cuanto secreto, sin decir.
¡Ay, cipreses de Granada!”
[Alkaest, 2010].
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Salud y fraternidad.

11 comentarios:

Fendetestas dijo...

Los cipreses son también símbolo de vida, elevándose hacia el cielo infinito. El cielo de Granada es un poco especial, sobre todo cuando se ve la nieve al fondo, enmarcando la Alhambra.
Precioso texto, embellecido por imágenes del mismo color.
Saludos.

Alkaest dijo...

No hay duda, que el cielo de Granada tiene algo particular. Quizá por eso, los cipreses se eleven hacia el, en un intento de alcanzarlo.
Es curioso como, un árbol de tan profundo simbolismo en la Religión Antigua, continuase siendo respetado en la nueva religión...

Quizá porque el ciprés, emblemático de Artemisa y Cibeles, entre otras manifestaciones de la Diosa Madre, era considerado por ello un elemento vegetal protector, un talismán que defendía sus alrededores contra los hechizos maléficos...

Salud y fraternidad.

Baruk dijo...

Siempre he visto curioso el lenguaje de los cipreses:
un ciprés a la entrada de una casa significaba que podian ofrecerte agua; dos cipreses, agua y pan; cuando habian tres también habia cama para pasar la noche.

Granada al tener tantos quizá significará que incluso puedes quedarte a vivir... podra ser?

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Rubén Oliver dijo...

Granada...No me es fácil reflejar con palabras cómo conmueve su espíritu el mío.He estado en dos ocasiones varios días.
Los cipreses de Granada,a mi me remiten a Roma,y a Roma me remito.La Alhambra a pesar de todo,es un palacio de arquetipo romano,sus torres cuadradas,etc...Y la sensación que a mi me transmiten sus cipreses,estéticamente hablando,es de perfecta romanidad.

Aunque quizás sea víctima de un estereotipo,fruto de ver muchas películas rodadas en Italia.

En cualquier caso,los veo así.Como si el imperio romano asomase siglos más tarde su "pillum",atravesando el poso cultural.

Saludetes...

Alkaest dijo...

Ignoraba ese curioso "idioma" del ciprés, y agradecería ser informado de en que lugar existe tal tradición.

Por otra parte, el ciprés es un árbol típico de la cultura mediterránea, entre fenicios, griegos y romanos ya tenía un simbolismo sagrado, como emblema de diversas divinidades. Se decía, que un ciprés blanco estaba plantado a las puertas del Hades, señalando su entrada, de ahí que luego continuara como "señal" de los camposantos. También era el árbol de Esculapio, dios de la medicina, y por sus propiedades curativas era aconsejable plantarlo en los lugares habitados. Y, no menos importante, por sus propiedades mágicas, se debía colocar junto a los templos y lugares de culto, sin olvidar que, el carácter incorruptible de su madera, hacía a esta la preferida para tallar las imágenes de las divinidades.

Sin flores perfumadas, frutos jugosos, ni otras cualidades vistosas, el ciprés destacó en la cuenca mediterránea, por sus virtudes simbólicas. La silueta severa, al par que serena, del ciprés, impuso su simbolismo entre gentes de diferentes culturas y creencias, durante siglos.

Salud y fraternidad.

Syr dijo...

En mi primer puesto de trabajo, trabajé teniendo por compañera a María, hermana de de José Mª Gironella. Mucho tiempo después, alguien ( puede que la inefable Baruk) me refirió ese sutil lenguaje del ciprés y no dejé de visitar el clásico del claustro de Santo Domingo. Pero cuando en realidad me interesé por comprender si eran capaces de "creer en Dios",descubrí que ya en Mesopotamia se encontraban en sellos de rollos religiosos y en Persia como árbol sagrado, símbolo de vida peermanente y esperanza en la supervivencia después de la muerte (Ezequiel 31,8).Y del Líbano, a Jerusalén donde Salomón lo utilizó para revestir la nave principal de su Templo y hasta se piensa que sería la madera del Arca ("gopher", Gen. 6,14).
Después, la analogía románica lo equipararía al simbolo mariano en analogía a las paredes del Templo, envolviendo al Santo de los santos.

El embrujo granaíno, envuelve no menos.

Salud y románico

Baruk dijo...

La verdad es que me has dejado un tanto 'confundia', creí que el lenguaje de los cipreses en los portales de las casas era tan conocido como el `pa amb tomaquet´ en mi tierra.

Luego he pensado que quizá era un embolao que me habian contado de pequeña como que los reyes magos existen o que los niños vienen de Paris, así que he echado mano a la wikipendia y esta vez puedo respirar tranquila, pues parece que algo de verdad hay. Textualmente:En otras zonás el ciprés fue considerado como un símbolo de hospitalidad. En la antigüedad se plantaban a la puerta de una vivienda dos cipreses para indicar a los viajeros que la hospitalidad de la casa les ofrecía comida y cama durante unos días.

No se si es tradición de algún lugar en concreto pero yo pensaba que era un código establecido en todas partes.


Salud y románico

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Alkaest dijo...

Desconozco si hoy día "los cipreses creen en dios", pero se que antiguamente creían en la Diosa.

Precisamente, la isla de Chipre: "Cipros", recibe su nombre por los bosque de cipreses, uno de los cuales, junto a la ciudad de Pafos, era el "Bosque Sagrado de Afrodita Cipris", rodeando el santuario de la Diosa Madre, cuya estátua negra, en madera de ciprés, tenía a sus pies una famosa "Piedra Negra", un meteorito, como símbolo de la energía cósmico-telúrica de la divinidad.
Esta "Afrodita Ciprés", y su "piedra negra", eran tan veneradas, que cuando un terremoto arruinó el templo, el emperador Augusto lo hizo reparar a su costa.

La tradición simbólica del ciprés, viene de tan antiguo y es tan profunda, que continúa haciéndolo atractivo a nuestros sentidos, por encima de coyunturales significados negativos...

Salud y fraternidad.

Polvorilla dijo...

También yo, andaba por Granada contemplando extasiada los cipreses. No sabía que Alkaest hacía lo mismo y por eso callaba y recordaba, paladeando en mi memoria los versos que Gerardo Diego dedicara al "ciprés de Silos":
"Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas al cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
...........
Cuando te vi, señero, dulce y firme,
que ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales...

pallaferro dijo...

Creo que me perdí de Graná esta parte de los cipreses... tal vez fue una música que sonaba y no sabía qué era.

La proxima vez, con todo lo que ahora sé de los cipreses, me deleitaré con su música...

Un abrazo,

Pilar Moreno Wallace dijo...

Ahora que lo leo me viene esa imagen de Granada. La luz, el agua, la nieve, los cipreses, todo hacen de esa ciudad una maravilla.