sábado, 10 de marzo de 2012

Reclamo comercial y desparpajo populachero.

[Granada, 20 febrero 2010].

En diversos letreros, de los que anuncian el quehacer comercial de cada establecimiento, podemos encontrar ingeniosas muestras del desparpajo populachero, a la hora de atraer clientes. Aunque, en algunas ocasiones, ese desenfado expresivo revista un aire ambiguo, tanto que resulte chocante. 
Es el caso de los carteles que presentamos, donde dichos establecimientos, repartidos un poco por toda la geografía nacional, ostentan unos nombres que pueden provocar cierta prevención. Ello, a pesar de tratarse de negocios completamente honrados, perfectamente legales, y que cumplen a satisfacción el servicio que anuncian.
Así, ¿nos atrae o nos repele, para entrar en él, ese bar rotulado "Puerta de los Tristes? ¿Porque, quien quiere entrar por la puerta de los tristes? Debemos aclarar, que el nombre no procede de ningún penoso suceso ocurrido en su interior, sino por encontrarse tal negocio en el granadino "Paseo de los Tristes", antiguamente conocido como "Paseo de la Puerta de Guadix", pero que cambió su nombre porque en él se celebraban antaño las despedidas a los cortejos de difuntos que iban camino del cementerio.

[Córdoba, 5 diciembre 2009].

Más sutilmente confuso, resulta el título de esta taberna cordobesa, "el Duende", si tenemos en cuenta el doble significado de dicha palabra. En Andalucía, "tener duende", es estar provisto de cierto encanto personal, cierta gracia de carácter. Pero, por otra parte, el duende es comúnmente un geniecillo muy travieso que provoca toda clase de estropicios domésticos.
¿Ante cual de las dos definiciones nos encontraremos si entramos en dicha taberna? ¿Se tratará de un lugar "con encanto", con "duende"? ¿Por el contrario, habitará esta casa un duende travieso, habituado a mezclar los vinos, y enredar en los pucheros? Puede parecer algo fútil, pero les aseguro que, tratándose de Córdoba, un "duende" de más o de menos es algo muy serio.    

[Córdoba, 2 febrero 2009].

En la misma ciudad de los califas, tenemos otra taberna, denominada "Casa el Malacara", aludiendo al apodo de su propietario. Un apodo que no augura muy buenas perspectivas si, como clientes, hacemos enojar al tabernero. ¿Nos atreveremos a enfrentarnos con este sujeto, entrando a refrescar con unos finos, en su taberna? ¿El mote le vendrá por su arisco carácter, o por la fealdad del rostro?
La mejor forma de comprobarlo, es entrar y pedir la especialidad de la casa, que resulta ser, como no, "el pollo malacara", que a pesar de su sospechoso nombre es un alimento muy recomendable.

[Oña (Burgos), 20 agosto 2011].

En esta línea, referida al carácter de los propietarios, nos topamos en la bella e histórica ciudad de Oña (Burgos), con el atemorizador "Hostal restaurante Once Brutos".
O sea, que si nos resultaba intimidante el cordobés señor "Malacara", ¿qué sentir, nada más y nada menos, ante once brutos? La duda nos atenaza, ¿se tratará de los once socios, dueños del negocio? ¿O hará referencia a una peña local, de mozos juerguistas y recio carácter? ¿Será una advertencia conminatoria, por si algún cliente siente la malsana tentación de marcharse sin abonar la cuenta? 

[Santiago de Compostela (A Coruña), 16 julio 2008].

Hemos dejado lo mejor para el final. En Santiago de Compostela, ciudad peregrina, en la doble acepción del término, paseando por sus incomparables ruas, nos damos de manos a boca con este insólito "Restaurante Asesino".
Cierto que, el cartelón, tiene un aire jocoso, pues las figuras pintadas sugieren que el "asesino" es una rapaciña, quien cuchillo en ristre persigue con saña a un desesperado pollo que huye cual veloz Correcaminos. Pero, a ciertos comensales, quizá les ronde una sombra de sospecha, a la hora de entrar a llenar la andorga en dicho local. ¿El "asesinato" se comete aquí con los elementos vivos a guisar? ¿O el "asesino" es el cocinero, en el trato y resultado de los guisos?

Al margen de nuestro jocoso análisis, no tengan sus mercedes reparo alguno a la hora de utilizar ninguno de tales establecimientos. Tan sólo sus carteles son sospechosos, porque en todos ellos el servicio resulta esmerado y los productos agradables al paladar: "los Tristes", "el Duende", "el Malacara", "los Once Brutos", y "el Asesino", son sólo nombres con un punto de picardía comercial, que pretenden atrer nuestra atención para que consumamos en ellos. Podemos deleitarnos tranquilamente con sus especialidades, mientras nos reímos  a costa de los curiosos nombres que ostentan con orgullo.

Salud y fraternidad.

3 comentarios:

Baruk dijo...

Realmente hay nombres bien curiosos.

Aqui cerquita de casa, en el Paseo de Gràcia teniamos un lugar muy agradable que se llamaba: "La Puñalada".

La leyenda urbana se dividia en tres opciones: que las facturas eran tan caras que les sentaban como puñaladas a los clientes, que en ese lugar habian apuñalado a alguien y que al dueño anterior le toco la loteria y clavo una puñalada a la puerta de su bar diciendo: "esto es lo que te mereces"

Era un lugar muy popular desde que empezo su andadura en 1927, pero hace pocos años que Hacienda y el mismo Ayuntamiento los ayudaron a "jubilarse".


Saludetes

Alkaest dijo...

Efectivamente, todos sabemos, por más o por menos, las "puñaladas traperas" que suelen dar los "Entes Públicos"...
Al "ente" de Hacienda, en especial, habría que lanzarle aquella maldición gitana, tan típica, que reza: "Mala puñalá te den..."

Salud y fraternidad.

juancar347 dijo...

Hubo tiempos en que pocos eran los que tenían la oportunidad de leer y acceder a la cultura, pero no me cabe duda de que, después de todo, en España se tomó buen ejemplo de nuestros ciegos y lazarillos, que hubo muchos más, aparte del de Tormes. El ibérico, incluyáse si se prefiere la típica charanga y pandereta, ha sido siempre muy mordaz, poniendo las cosas en su sitio. Si hiciéramos un estudio antropológico del motivo real de esos hombres...¡cuántas historias fascinantes no nos encontraríamos!. Es bueno rescatar, siquiera sea la mención, para que algunas cosas no terminen definitivamente de hundirse en los abismos insondables del olvido. Un abrazo